EL MEMBRILLO DE AMBROSIO. LECTURA AUTORIZADA SOLO A MAYORES DE CUARENTA Y SIETE AÑOS.

Tan grande la tenía

El pastor de Fuentealegre,

Que ninguna moza del pueblo

Quería pertenecerle.

Ambrosio se calzaba

Lo que no hay en los escritos,

Y aunque pequeño de estatura

Lo suyo era un compromiso.

Medía menos

Que el garrote de arrear al ganado,

Pero se gastaba un membrillo

Que pesaba más de un kilo.

Cuando meaba en la era

Su mazo indicaba el norte,

Y si lo hacía al atardecer

Hasta se hacía antes de noche.

Su azadón era

Una brújula inapelable,

Una Rosa de los Vientos,

Que señalaba los temporales.

Según la posición

Que adoptara el portento,

Soplaban los vientos: Tramontana,

Poniente, terral, galerna o cierzo.

Pero Ambrosio no era feliz

Con la mazorca que le colgaba,

Porque pasaba el tiempo

Y Ambrosio no mojaba.

Hasta que un día decidió

Poner tierra de por medio

Y pilló una hoz

Para rebanarse medio miembro.

Se metió en una acequia

Quedaba al abrevadero,

Y cuando iba a darse el tajo

Oyó de entre los almendros:

¿Espere un momento?

Y sin saber ni cómo ni de dónde

Apareció de la nada,

Una hermosa moza

Con ganas de jarana.

Tenía dos tetas

Como dos campanas,

Que apuntaban al horizonte

Y divisaban Navarra.

¡Pero por Dios buen hombre!

Exclamo la buena moza.

¡Pero que va a hacer usted!

¡No se corte esa maravilla!

¡Cortarse ese pepino!

¡Sería un sacrilegio!

Con lágrimas en los ojos

Ambrosio le respondió.

-Si es que no la meto en caliente

-Desde que hice la mili

-En la Base Aérea

-De Torrejón de Ardoz.

Y ella le contestó:

-Nada, nada, hombre

-Eso se lo soluciono yo;

-Ya se la agarro yo con las dos manos;

-Pero suerte usted la hoz.

-Vamos al granero

-Y que Dios reparta suerte,

-que mocita soy

-Y también ando caliente.

 Y así fue como Ambrosio

 Desfogo aquel día

 Y hasta el gallo de la veleta,

 Bufaba de lo que oía.

 La moza quedó satisfecha

 De lo que le arreó Ambrosio,

 Y volvió a exclamar:

 ¡Ya no dejo este membrillo

¡Aunque me deje hecha un ovillo!