COMENTARIO DEL DÍA.

Hace unos días me miraron por Rayos X de lo mío, y hoy la doctora de cabecera me ha enviado al traumatólogo: ya me han dado cita para el 30 de octubre. Pero mi doctora me ha recomendado que hasta que me visite el especialista que practique la pesca submarina, haga piragüismo y bicicleta de montaña que me vendrá muy bien para la espalda, y así de paso al estar más ocupado y cansado lo mismo hasta dejo el puto tabaco y duermo mejor. Pero como todos sabéis ya que en más de una ocasión lo he comentado, soy un gran luchador de artes marciales y al estar medio tullido lo que más me irrita es que me voy a perder el campeonato del mundo de karate que se celebra en noviembre en Toronto (Canadá) en el cual lo tenía a huevo para obtener otro grandioso título que añadir a mi extraordinario y amplio palmares como gran maestro de las artes marciales. Con tan sólo 1,70 de estatura bueno eso es lo que medía cuando hice el servicio militar, ahora “creo que he perdido más de cinco centímetros”; es pisar una pista de lucha y me descompongo: me transformo de tal manera que soy una fiera muy pero que muy difícil de controlar. “Pero ojo que en un tablao flamenco me pasa lo mismo”, me arranco a bailar y hasta a mí mismo me da miedo por si me da un ataque de tromboflebitis. Volviendo a la lucha os diré que  con el último rival que me enfrenté que fue el danés Candy le metí una “patá” en la barriga y le abrí un boquete de cuatro centímetros de diámetro. Necesitó un montón de puntos de sutura y quince meses de rehabilitación para volver a ser persona, y por supuesto tuvo que dejar la lucha: ahora trabaja en una verdulería pelando habas. Se ha estudiado largo y tendido sobre el asunto, y ningún especialista ha podido aclarar que como de una patata puedas abrirle a un tío una brecha de esas características, y es que como os estoy comentando cuando me meto en combate soy peor que el más terrible de los Tsunamis. Aunque también tengo que decir que este percance que tuve con el danés me marcó un poco y deprimió bastante. Las artes marciales me ha permitido conocer personalmente a personajes famosísimos y mundiales de la lucha y la cinematografía de la talla de Chuck Norris, Steven Seagal y Jean-Claude Van Damme. De hecho este último cuando venía a visitarnos a casa mi sobrina de pequeña le llamaba el “tito Van Damme”. Ya vendrán tiempos mejores, pero de momento según ha visto la doctora en las radiografías, mi columna es lo más parecido a un cáncamo.