MIS FRASES SENTENCIAS Y OTRAS OCURRENCIAS.

A los veinte años pensaba de una forma; a los treinta pensaba de otra; a los cuarenta presentía, y ahora ya con los años que acumulo reflexiono por inercia.

Quien crea enemigos debería preguntarse por qué los tiene, porque quizás se merezca tener muchos más: los enemigos no son solo exclusividad de los celos y de la envidia.

Huye de las personas que se emborrachan hablando; absorben mucho tiempo y no aportan nada.

La gente le suele poner velas a los santos; yo se las pongo a lucifer y no me considero ni hereje ni sacrílego. Los santos tengo la certeza de que no me van a hacer daño, pero al demonio prefiero tenerlo contento, y con esos cirios espero me disipe de sus tinieblas.  

La felicidad es tan delicada que hay que agarrarla con pinzas porque en cuanto te descuidas se te escurre de las manos.

Me gusta visitar todas las iglesias y catedrales de los pueblos y ciudades que recorro de España; y no por devoción; sino por las temperaturas que hacen en estos santuarios. En invierno por el vaho que desprendes que parece que el diablo esté dentro, y en época estival por lo fresco que se está en estos templos.

Tuve un maestro franquista que le pegaba a los alumnos con una enorme vara, y como era tan cabal y “franco” cuando murió hasta su propia familia brindó con cava.

Nunca se llega a lograr la estabilidad del todo: yo cuando ya creía alcanzarla hicieron acto de presencia los mareos.

El amor es como el juego de la lotería; te puede tocar la primera vez que juegas, o estar jugando toda la vida y no resultar nunca agraciado.

La vejez es la etapa final de la vida, y como tal hay que aceptarla. Hay gente que no se resigna a ella, y los años que les quedan de vida los viven tristes y amargados.  

Cuando me aburro es cuando más feliz me siento. Me quedo mirando las musarañas y me río como un idiota, reviviendo los buenos ratos que he pasado.

Según la Declaración Universal de Derechos Humanos, todo ciudadano tiene “derecho a un trabajo”, pero en ninguno de los artículos de estas normas fundamentales de derecho  humano recoge que: muchos ciudadanos a causa del trabajo se quedan “torcidos”. 

Agradezco que alguien rece por mí; yo no puedo ocuparme de tantas cosas.  

De joven corría como un galgo, ahora bastante hago con andar como un perro pachón.

Siempre que te invitan a una fiesta, por cortesía se debe llevar algún regalito, yo como soy más agarrado que una pelea de monos; cuando me invitan declino la propuesta.

Por muchos errores que cometa; si Jesucristo perdonó a sus enemigos; quién soy yo para no perdonar a su Padre.

En mis análisis de sangre siempre se repite la misma cantinela. La doctora dice que lo tengo alterado y yo le respondo que eso quisiera yo: tenerlo siempre alterado.