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martes, 23 de febrero de 2010

MORIR EN LA PLAZA SIN VESTIR DE GRANA Y ORO.

Que un torero muera en la plaza de toros corneado por un toro y vistiendo de luces son gajes del oficio, y todo profesional que se dedica al toreo ese riesgo lo tiene asumido. Lo inusual es que un torero pierda la vida en una plaza de toros por una reyerta entre aficionados, y esto es lo que le sucedió a nuestro protagonista. El torero se llamaba Juan Anlló, “Nacional II” natural de Alhama de Aragón (Zaragoza), nacido el 11 de enero de 1897, y que gozaba de prestigio muy similar al del famoso torero de la época Marcial Lalanda. Los hechos ocurrieron el 4 de octubre de 1925 en la plaza de toros de Soria. Juan Anlló acudió como espectador a dicha corrida, y se encontró que una parte del público protestaba airadamente al torero que estaba en el ruedo, la cosa se fue calentando hasta tal punto de que algunos aficionados lanzaron monedas de diez céntimos a la cara del torero. El diestro que estaba lidiando harto de insultos y ofensas recriminó a los espectadores y esto agravó la situación ostensiblemente. Juan Anlló no aguantó más el comportamiento por parte de cierto sector de los asistentes y salió en defensa de su colega, se lió una trifurca y “Nacional II” golpeó con un bastón en la cabeza a un espectador, el aficionado respondió lanzando una botella de vidrio vacía que de igual modo fue a impactar a la cabeza de Anlló. La pelea terminó con los dos heridos espectador y torero en la enfermería, pero los sanitarios se lucieron ya que el diagnóstico fue: espectador con heridas graves, y torero con heridas leves. Y la justicia terminó de redondear la faena ya que una vez más volvieron a errar. El juez que estaba presenciando la corrida, ante el parte facultativo presentado mandó el ingreso en prisión de “Nacional II”, y al espectador a su casa a que se repusiese de sus heridas. El estado del torero se complicó en la cárcel, y al día siguiente el juez autorizó para que el torero fuese asistido en el hospital; “pero ya fue tarde”. Juan Anlló fue intervenido de urgencia por varios médicos pero no pudieron hacer nada para salvarle la vida. Poco después el espectador fue detenido y ante un juicio plagado de incongruencias fue condenado a seis años de prisión, pena que no llegó a cumplir íntegramente, ya que gracias a un indulto solicitado por parte de los sorianos le fue conmutada por un destierro a más de 25 kilómetros de la ciudad de Soria. La persona se llamaba Antonio Cabrerizo Botija, y casualmente dicen que estuvo ejerciendo de médico en el pueblo de Piquera (Soria) al menos un año. Este suceso supuso el boicot de los toreros durante dos años a la plaza de toros de Soria, aunque el tiempo tampoco llegó a cumplirse. En cualquier profesión o faceta de la vida podemos encontrar la muerte de la forma más absurda, pero que un torero sin vestir de grana y oro, y sin estoque ni muleta, muera en una plaza de toros en tales circunstancias hay que ser muy desdichado.

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