He leído la noticia en esta web y ya aparecía publicada en otros medios, en la que nos narran que la localidad asturiana de Castrillón cerca de Avilés ha prohibido por moción las corridas de toros en el concejo, siendo ya 46 municipios españoles los que rechazan la Fiesta Nacional. La mayoría de pueblos que han abolido las corridas de toros carecen de tradición taurina y su afición es nula estando ubicadas en territorio catalán exceptuando Coslada (Madrid), Paterna (Valencia) “ la cual se decidirá mediante referéndum” y alguna más que me deje en el tintero, la propia Barcelona que lo hizo en un Consejo Plenario del Ayuntamiento “aunque no sirve de nada ya que la decisión es competencia Autonómica”, y la Comunidad Canaria que declaró la ley de protección animal en 1992. Ya que he mencionado las Islas Canarias y por dar una pincelada, apostillar que prohibieron las corridas de toros por decreto ley para proteger el derecho de los animales, en cambio permiten que se celebran las peleas de gallos una práctica muy arraigada y tradicional en las Islas afortunadas y que fue exportada hace siglos de Sudamérica. Una modalidad que a día de hoy muchos guanches guardan celosamente en su corazón. “Pero en esta España tan variopinta nadie se ve su giba y sus raíces que no se las toquen”. (Yo desde que me enterado que Castrillón se ha declarado antitaurino estoy compungido ni como ni duermo, con las tardes de gloria torera que se han dado en la citada localidad y que quedan registradas en El Cossio). Señores contrarios a la Fiesta seamos realistas y objetivos referente al tema, en esta España nuestra llamada piel de toro a todos no les pueden gustar los toros, el fútbol o el ciclismo y lo que ha ocurrido en Castrillón, lo que ha sucedido en otras regiones y otros casos que estoy seguro se darán se producen simplemente porque el entusiasmo por los toros es mínimo, y no debido a su lucha, así que no manden repicar las campanas que a los taurinos nos queda cuerda para rato. La vida y la historia da y ha dado muchas vueltas, quizás un día lo consigan pero de momento no han logrado nada, absolutamente nada y la repercusión es igual a cero. Por ejemplo en Oviedo el estado de su plaza de toros es lamentable, y allá dónde se suprimen las corridas de toros o festejos taurinos es debido al escaso número de aficionados. Hay poblaciones y ciudades que desde hace dos siglos los toros son un barco a la deriva y es lógico que acaben hundiéndose pero por su pobre influencia torera, no porque el pueblo pida abolir la fiesta. Yo empezaré a mirar de reojo cuando la afluencia de público en las grandes ferias vaya en declive, pero creo que mis luceros no lo verán, y os puedo asegurar que mi intención no es morirme pasado mañana.
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