Que una nación o país le declare la guerra a otro es algo por desgracia habitual y desde que el mundo da vueltas la historia esta plagada de conflictos bélicos, lo que ya no es nada normal es que un pueblo le declare la guerra a un país como sucedió en 1883, en el que el pueblo almeriense de Líjar le declaró la guerra a Francia. Los hechos surgen a raíz cuando Alfonso XII es invitado a Alemania para lucir el grado y uniforme de coronel de los Hulanos, que era el regimiento 15 que estaba de guarnición en Estrasburgo, ciudad arrebatada a los franceses por parte de Alemania y Alfonso XII acepta la invitación. A Francia que todavía estaba muy “encabritada” por su derrota con Alemania no le sentó nada bien el gesto del monarca español, y cuando llegó a París fue abucheado y según los periódicos madrileños de la época hasta apedreado. Esta situación molestó a los españoles, pero sobre todo al pueblo almeriense de Líjar le llegó al alma, y su alcalde don Miguel García Sańchez decidió en en un acto de rabia y valentía declararle la guerra a Francia; “toma ya”. Pero ahora viene lo realmente cojonudo, y es que el alcalde contaba con 600 hombres, pero se ve que se trataban de 600 bragados como toros capaces de derrotar al ejercito francés. Francia por supuesto hizo caso omiso de la fanfarronada de este alcalde, y yo creo que hicieron lo correcto, ya que de lo contrario esos 600 valentones e intrépidos guerreros hubiesen cubierto los Campos Elíseos de miles de cadáveres de soldados franceses todos “mutilados y desparramados”. Y esto es lo que decía “tal cual” el libro de Actas de Sesiones del Ayuntamiento folio 45, con fecha del 14 de octubre de 1883.
Reunidos los señores que al final suscriben en la Sala Capitular y abierta la sesión, el presidente hizo saber que, al pasar por la ciudad de París el Rey Don Alfonso, el día 29 de diciembre último, fue insultado, apedreado y cobardemente ofendido por turbas miserables, pertenecientes a la nación francesa.
Que el más insignificante pueblo de la sierra de los Filabres debe protestar en contra de semejante atentado, y hacer presente, recordar y publicar que solamente una mujer bieja [sic] y achacosa, pero hija de España, degolló por sí sola a 32 franceses que se albergaron, cuando la invasión del año ocho, en su casa. Que este solo ejemplo basta y sobra para que sepan los habitantes del territorio francés que el pueblo de Líjar, compuesto únicamente de 300 hogares y 600 hombres útiles, está dispuesto a declararle la guerra a toda la Francia, computando por cada diez mil franceses un habitante de esta villa; pues es necesario que sepa la tierra gala que España ostenta en su escudo la insignia de más valor que pueda ostentar la Primera Nación del Mundo. Tiene en él nada menos que un león.
Que cuenta la historia española un Sagunto, un San Marcial, un Bailén, Lepanto, Otumba y Zaragoza, y ninguna historia de las que se conocen hasta el día puede presentar ejemplos tan terribles.
Que un Carlos I de España supo hacer prisionero a un rey francés; que un Felipe II supo abarcar en un reinado de un confín al otro de la tierra, y que ahora, aun cuando el pueblo de España no cuenta ni con un Gonzalo de Córdoba, ni con un Juan Chacón, ni con un conde de Cabra, ni un Dureña Ponce, hay todavía vergüenza y valor para hacer desaparecer del mapa de los continentes a la Cobarde Nación Francesa [sic]
Así:
El Ayuntamiento, tomando en consideración lo expuesto por el Alcalde, acuerda unanimemente DECLARARLE GUERRA a la nación francesa, dirigiendo comunicación, en forma debida, directamente al Presidente de la República Francesa, anunciando previamente al gobierno español esta resolución.
Gracias a los amplios conocimientos y al buen hacer del Gobierno galo la tal guerra no se produjo, ni tan siquiera un sólo incidente, si no Francia hubiese sufrido una de las mayores humillaciones de su historia. La paz se firmó el 30 de octubre de 1983, tras 100 años de guerra incruenta como reza en esta placa conmemorativa.