Toda sociedad
verdaderamente libre, avanzada, y democrática, necesita
imperiosamente estar politizada. Politizar es situar un problema
social en el centro de las preocupaciones de la gente. Es avivar el
debate, la discusión, la reflexión. Es, que una sociedad esté en
continuo movimiento. Cuándo un pueblo se relaja, se despolitiza, y
permite que la política -algo que debiera ocuparnos a todos, la
hagan otros, corre el riesgo de perder derechos que ya creía tener
conquistados para siempre. Es fundamental pues, tener claro que sólo
el pueblo salva al pueblo, y la cohesión de éste, por supuesto.
Y ahora es cuándo llega
la pregunta fundamental que hoy nos ocupa; ¿bajo qué paraguas es
posible llevar a cabo dicha cohesión siendo un país toda una masa
tan heterogénea? Pues el propio país. Quizás a muchas personas les
sorprenda la respuesta, teniendo en España ese término un pasado -y
presente- que desde luego en ocasiones no se ha llenado de palabras
como justicia, democracia, derechos sociales o libertades. Pero los
significantes pueden cambiar con el tiempo, los constantes cambios
políticos y sociales, hacen que lo que hoy puede querer decir una
cosa, mañana puede ser la contraria. La política es una persistente
lucha por apropiarte de los símbolos, y las palabras. Son totalmente
volubles, y sujetos a repetidos cambios.
Si hace 100 años era
posible armar amplias mayorías sociales en torno a un discurso de
clase, me temo que hoy se antoja imposible. El posmodernismo ha
generado la percepción de que la clase trabajadora, el proletariado,
forma parte del pasado. Prácticamente nadie se quiere auto-definir
como obrero. Para buena parte de la población las clases forman
parte de un pasado ya superado. Asimismo la aparición de las clases
medias, y más recientemente de sujetos como el “precariado”,
tampoco ayudan. La máquina de producir que es al capitalismo, ha
generado nuevos sujetos, nuevos entes, y resulta difícil que cale un
discurso interclasista. Otra opción serían las etiquetas
ideológicas -izquierda-derecha-, pero éstas han degenerado con el
tiempo en conceptos vacíos, con los cuáles no se siente
identificados la gente. Es un espectro demasiado pequeño y confuso,
se necesitan otros más grandes para profundizar de verdad e ir a la
raíz del problema.
El marxismo, cuándo
habló de internacionalismo proletario, olvidó que para las personas
es mucho más fuerte el sentimiento de pertenencia a un lugar. Dicho
de otra manera, ¿qué tiene en común un obrero español con uno
sueco, o con uno angoleño?. Es muy bonito pensar que todos los
parias del mundo se unirían, pero utópico. La Patria, aunque a
veces se le quiera ver como algo complejo y abstracto, es un elemento
absolutamente tangible. Es nuestra familia, nuestros amigos, el suelo
que pisamos. Es la cultura, las tradiciones propias de cada pueblo
-imprescindibles defenderlas para no perder la identidad y generar un
fuerte vínculo entre todos los ciudadanos-. La Patria, somos todos
los individuos que convivimos en un determinado lugar. Y dejando a un
lado el pragmatismo político que estoy comentando en el artículo,
es algo por lo que vale la pena luchar.
Sinceramente, pienso que
los proyectos nacional-populares, son la herramienta más útil para
orientar a la sociedad hacia los vientos de cambio. En España sin
embargo, hay tremendas dificultades para fabricar una identidad
colectiva patriótica en todo el país. La sistemática negación de
la pluralidad cultural e identitaria en la que vive España, ha
propiciado fuertes movimientos independentistas en Catalunya y
Euskadi, y también otros de menor calado en algunas regiones. En los
sitios que acabamos de señalar, para mucha gente España dejó de
ser hace tiempo su proyecto político y humano. ¿Cómo sería
posible emprender un nuevo camino si no es mediante una ruptura
democrática con el Régimen de 1978, y revisando las relaciones que
queremos tener los distintos pueblos que conforman la piel de toro?.
La hegemonización de la idea de ser español por parte de la
derecha, hace que esto sea una difícil tarea para las fuerzas
transformadoras. Pero sencillo, no hay nada en éste mundo.
Redefinir, repensar,
reinventar España. Será clave para los importantes cambios que nos
esperan.
Este artículo es de mi hijo Noé Hernández.