Si me duele que no me quieran más me duele que me deban
dinero.
Quienes me consideran cínico tienen un problema: yo no tengo
la culpa de que desconozcan esa escuela.
Por principios soy de izquierdas. Ser zurdo es un honor que
desconoce la derecha.
La homosexualidad está en pleno auge. Ahora hay tanto gay que
el que se declara heterosexual es un bicho raro.
Me dan lastima los que carecen de humor, porque hasta sus
entierros son más tristes y agrios.
No aconsejo que me provoquen: me pongo nervioso y muy
flatulento.
Los abuelos se ponen muy chochos con los nietos. Yo como no
tengo nietos, me pongo muy meloso si veo un chocho.
El ser humano solo nace para padecer. Puestos a tener vida es
preferible ser sapo.
Lávate las manos antes de estrechar la mía que yo ya me lavé
los pies.
Si estoy mucho tiempo sin cometer actos impuros empeoro de la
artrosis.
Hay noches que me acuesto siendo ateo, y otras religioso.
Todo depende de cómo me haya ido el día.
Las dietas ayudan a llevar una vida más sana pero no más
feliz.
El hombre loco es más afortunado: en el cuerdo todo son
preocupaciones.
Si el sarcástico no es inteligente, yo tengo la inmensa
fortuna de formar parte de tan honorifico colectivo. Pero todavía estoy lejos
de entrar en ese otro club formado por inteligentes que son idiotas.
El confinamiento ya me está pasando factura: estoy pálido,
tengo ronchas en los ojos y hongos en el culo.
Si la pandemia se curara rezando, me imagino que la Iglesia
ya habría derrotado al coronavirus. Pero sana antes un poleo un callo, que un
cura orando.
No pienso llevarme ningún secreto a la tumba. Ese viaje
conviene hacerlo ligero de peso.
La burocracia ha sido creada, para que muchos se rasquen los
huevos y vivan del cuento.
Cuando esta pandemia vaya perdiendo fuerza, vamos a tener que
lidiar con otra. Porque los efectos colaterales por confinamiento van a ser de
aúpa.