SABER
MAS QUE LEPE.
En 1641 nace en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) Pedro de Lepe y
Dirantes, hombre dotado de gran inteligencia y cuyos vastos saberes
habrían de granjearle imperecedera fama. Fue obispo de Calahorra y
de la Calzada y dejó escritas importantes obras apologéticas, que
le valieron el honor de ser incluido en el Catálogo de Autoridades
de la Lengua. Dada la fama popular que gozó en vida la sabiduría de
este prelado, surgió el dicho ponderativo “saber o ser más listo
que Lepe”, como imagen de perspicacia y astucia.
¡VIVA
LA PEPA!
La primera Constitución española fue jurada en Cádiz en 1812. Pero
dos años después, al restablecerse el absolutismo merced a la
intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, el rey Fernando VII
la abolió, y el grito de ¡Viva la Constitución! Quedó severamente
prohibido. Los liberales no se resignaron y dieron en llamarle “La
Pepa”, puesto que había sido promulgada justamente el día 19 de
marzo, festividad de San José. Con lo que el grito de ¡Viva la
Pepa! Vino a encubrir traviesamente el ¡Viva la Constitución!,
considerado subversivo. Andando el tiempo, el grito perdería toda
intencionalidad política para pasar a ser pura expresión de
desenfado y regocijo, tal como hoy la utilizamos.
TOCARLE
A UNO LA NEGRA.
La práctica de las suertes tiene remota ascendencia. En la antigua
Grecia y después en Roma, la elección de cargos públicos solía
confiarse al azar, mediante el sistema de extracción de de (bolas o
pedacitos de madrera marcados), por los que se creía que se
expresaba el oráculo. En estas prácticas, las bolas blancas
representaban la suerte venturosa, y las negras, la suerte adversa.
Este significado mágico de las suertes se ha mantenido a través del
tiempo y de él dilema la expresión “tocarle a uno la negra”,
con que en el lenguaje usual se señala el infortunio de alguien en
cualquier cosa determinada por el azar.
APAGA
Y VAMONOS.
Al decir de la fama, este dicho tuvo su origen en un lance tan
peregrino como irreverente. Sucedió al parecer, hace siglos, en el
pueblo granadino de Pitres. Dos clérigos, aspirantes ambos a una
capellanía castrense, dieron en apostar un día sobre cual sería
capaz de decir la misa en menos tiempo. Dispusiéronse a ello, y como
uno oyese al otro principiar diciendo “Ite, missa est” fórmula
litúrgica que precedía a la bendición final, el rezagado, vuelto
hacia el monaguillo, exclamó, expeditivo: “Apaga y vámonos! El
pintoresco dicho ha quedado como expresión de pasmo ante cualquier
hecho absurdo y disparatado, y también como rúbrica expresiva de
que algo toca a su fin.
ME LO
DIJO UN PAJARITO.
Las aves siempre han tenido fama de ser portadoras excepcionales de
buenas o malas noticias. Tanto en la Biblia como en la literatura
clásica abundan alusiones que así lo certifican. El arte de
predecir el el futuro por el vuelo y el canto de los pájaros, es una
muestra antiquísima de esa creencia. Otra, más próxima a nosotros,
está representada por las palomas mensajeras, que tan valiosos
servicios han prestado siempre en las tareas de información. Todo
ello explica la antigüedad de la frase “me lo dijo un pajarito,
con la que solemos encubrir jocosamente el conocimiento de alguna
noticia llegada hasta nosotros por vía confidencial.
MANDAR
A LA PORRA.
En
la antigua ordenación militar, el tambor mayor del regimiento
portaba un largo bastón, muy historiado y con el puño de plata, al
que se conocía con el nombre de porra. Era hincado en un lugar
determinado del campamento y señalaba el punto a que debía
retirarse todo soldado sancionado con arresto. ¡Vaya usted a la
porra! Ordenaba sencillamente el oficial. Y el soldado, en efecto, se
trasladaba sin más al lugar donde estaba clavado el bastón. Y aun
cuando andando el tiempo fue suprimida esta forma de arresto, la
frase quedó incorporada para siempre al lenguaje de la calle, si
bien con la carga despectiva con que hoy se utiliza.