QUIEN SE FUE A SEVILLA, PERDIÓ SU SILLA.
Reinando en Castilla Enrique IV de
Trastámara, un sobrino del arzobispo de Sevilla don Alonso de
Fonseca fue designado arzobispo de Compostela, pero presumiendo don
Alonso que, a causa de las revueltas que agitaban por entonces a
Galicia, al sobrino le costaría Dios y ayuda posesionarse del cargo,
convino con él en marchar por delante a Santiago para allanarle las
dificultades y que, en tanto, el sobrino le supliese en los negocios
de la silla hispalense. Así se hizo, en efecto, con el mejor
resultado, pero he aquí que cuando don Alonso, concluida su gestión,
regresó a Sevilla, se halló con la desagradable sorpresa de que el
sobrino se resistía a abandonar la sede que regentaba. Para
reducirle se hizo necesaria la intervención papal y aun la del
propio rey Enrique. De tal suceso, muy comentado en su tiempo,
arranca el dicho “quien se fue a Sevilla, perdió su
silla”, con que usualmente se
desaconseja el hecho de descuidar, por ausencia, cualquier ocupación
o lugar preferente.
DARSELA CON QUESO.
Antiguamente era usual la expresión
“armarla con queso”, con referencia a las ratoneras, o trampas
para caza de ratones, en cuyo armadijo se colocaba un trozo de queso
para atraer así el apetito de los roedores, muy golosos de este
producto. Por analogía, el dicho vino a acomodarse metafóricamente
al lenguaje popular con el significado de cebo, ardid o
engaño mediante el cual una
persona atrae a otra para conseguir un fin interesado.
TRAGAR EL PAQUETE.
Durante mucho tiempo, los cigarros
puros en España, se expendían en mazos de seis unidades,
desprovistos de toda envoltura, lo que permitía al consumidor
examinar concienzudamente el producto antes de adquirirlo. Pero un
buen día, la Compañía Arrendataria de Tabacos resolvió anular
este sistema y ofrecer los cigarros guardados en estuchen, que sólo
a través de una pequeña abertura mostraban el contenido. La
innovación causó no poco desagrado entre los fumadores, y a favor
de ese malestar se puso de moda la frase “tragar el
paquete”, con la que se daba
a entender que al usuario no le quedaba otra alternativa que aceptar
como bueno, aunque no fuese, el tabaco empaquetado. El dicho, así,
no tardó en hacerse extensivo a toda forma de imposición arbitriana
y abusiva, tal como hoy lo utilizamos.
NO HAY TU TÍA.
En la medicina antigua, el hollín
resultante de la fundición y purificación del cobre era elaborado
en forma de ungüento, al que se atribuían excepcionales virtudes
curativas para ciertas enfermedades oculares. Este ungüento,
llamado, según donde, tutía, atutia o atutía, aparece citado con
frecuencia por los publicistas de la época. Tanto llegó a ser el
prestigio de esta panacea, que el sentir popular, tomando pie de
ello, acabó por acuñar, bien que deformada, la expresión “no
hay tu tía”, para dar a
entender que algo, por su dificultad u obstinación, es imposible y
sin remedio.
DAR EL PEGO.
Esta frase, sacada de los juegos de naipes, alude a la fullería,
usual entre los tahúres, de manipular las cartas subrepticiamente,
pegándolas entre si a conveniencia mediante el empleo habilidoso de
sustancias untuosas, conocidas vulgarmente con el nombre de pego o
cerote. De ahí que dar el pego haya venido a ser, en el lenguaje
común, sinónimo de engañar a otro, sorprendiendo su buena fe con
ardides malévolos.
TOMAR LAS DE VILLADIEGO.
Pocos dichos son tan controvertidos como éste, en lo que concierne a
su origen. Si bien es cierto que su antigüedad en la lengua se
remonta, cuando menos, a los días de La Celestina, la célebre
tragicomedia de Calixto y Melibea, donde se hace mención de ella
bajo el añadido de “calzas de Villadiego”, los autores no se
ponen de acuerdo en cuanto a su procedencia. Mientras para unos alude
a un determinado tipo de calzones calzas que se fabricaban por
entonces en el pueblo burgalés de Villadiego, para otros evoca la
figura de un aventurero apellidado de ese modo, de quien tal vez su
equivocada conducta lo forzase alguna vez a escapar precipitadamente
de un señalado aprieto. Existen otros muchos pareceres no menos
contradictorios, pero sea como quiera, el significado de la frase es
siempre el mismo: huir, salir de estampida por efecto de una
contingencia súbita e imprevista.