COMENTARIO DEL DÍA.

Cuando yo era un mozalbete para Semana Santa cerraban los bares, los cines y las salas de baile, todo permanecía chapado a cal y canto. Y ahora caramba ahora, los cines ya no los cierran porque no hay al menos en mi ciudad, pero los bares permanecen abiertos y las terrazas a tope con la gente comiendo y bebiendo como animales, y riéndose como hienas, cuando en otra época estuvo hasta prohibido silbar por estas fechas. Pero lo más cojonudo es que las procesiones a su paso y a ritmo de tambores y  cornetas cuando llegan a las alturas de las mesas que hay colocadas en la calle, los nazarenos tienen que hacer un quiebro de cintura para no meter la capa en la jarra de cerveza que se está hincando el menda de la mesa, ni mancharsela con el plato de boquerones en vinagre que se está metiendo el tipo entre pecho y espalda y que ríe como un poseso, ya que lleva tres cuartos de hora sentado al fresquito y las cuatro cervezas anteriores que se ha jodido ya comienzan a hacerle mella. Que mala imagen y que contraste más deplorable para devotos y meapilas. Ahora yo muy disimuladamente me río de cojones, porque el cuadro no es para menos.