Los zombis de los móviles son una nueva pandemia mundial, que
el día que enloquezcan supondrán un grave peligro para el resto de los
mortales.
Si se hablara de todo lo bueno que realiza la humanidad, lo
malo dejaría de ser protagonista; pero lo que vende y prevalece es lo
pernicioso y la tragedia.
Quien no hace nunca nada no se equivoca, pero corre el riesgo
de convertirse en un ser inútil que acaba arrepintiéndose de no haber cometido
errores.
Sé que el tabaco puede matarme, pero también me están matando
los dolores óseos y esto aunque me empeñe no puedo remediarlo.
Dice un refrán que “lo que se tienen que comer los gusanos
que se lo coman los cristianos, pero siempre y cuando se haga con moderación y
sin darse grandes atracones. A un primo de mi abuelo por abusón y durante la
Campaña de África, se lio con una mora, y a los seis meses la cascó de sífilis.
Sé que ya no tengo edad de irme de fiesta con jóvenes de
treinta años, pero tampoco tengo edad de irme a jugar a la petanca con viejos
de ochenta.
Hasta en los peligros más inminentes sea cual fuere el
resultado final, se precisa de un líder y que nadie cuestione su trabajo,
porque como haya división de opiniones y criterios enfrentados el desastre está
asegurado.
Me parece bien de esos abuelos que viven expresamente por y
para los nietos, pero yo no lo comparto, por la sencilla razón de que la esclavitud ya está erradicada
prácticamente en todo el mundo y los niños son unos auténticos tiranos.
Si dos hombres pugnan por ocupar un puesto de relevancia en
el trabajo, utilizarán cientos de tretas para conseguirlo. Pero si se trata de
dos mujeres y les valiera el uso de las armas, una de las dos resultaría
muerta.
Como lo que prima y está de moda son los tatuajes y yo no voy
a ser menos, me voy a tatuar en el antebrazo izquierdo una torrija, y en el
derecho un boquerón en vinagre.
Tengo un pacto con el diablo él me ha jurado larga vida, y yo
le he prometido sacarlo del infierno.
Nadie regala nada y hasta para tener suerte hay que
trabajárselo.
Es de suponer que a nadie le gusta una guerra, pero hasta para
hacer una guerra hay que tener arte, ya que siempre no la gana el ejército que
más armamento tiene.
Ocurre todo lo contrario y de los insultos se suele llegar a
las manos, pero si solo con insultos se evitaran las peleas, habría que
inventar más y mucho más ultrajantes.
Lo más patético de un político es oír a ese otro político que
dice las mentiras que ha dicho el primero, y encima se las atribuye como suyas
propias.
Ya hay en España en las familias más perros que menores de
catorce años, y es que adónde se va a comparar un animal noble y cariñoso con
un niño repelente y más malo que la quina.
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