El comunismo reparte y controla:
La Iglesia es una comuna de ricos que controla, y para que reparta algo hay que
pedirle a Dios ayuda.
Me han dicho muy pocas veces
guapo cuando soy más bello que Adonis. A éste lo mató un jabalí, pero yo moriré
el día que me harte de mi propia hermosura.
Cuando me presentan a una mujer
tengo por costumbre chocarle la mano. La segunda vez que la veo, ya le doy un
beso, pero procuro esconder la lengua porque no me hago responsable de sus
actos.
Toparte con un fiambre que no te
lo esperas no es plato de buen gusto. Yo me encontré hace años a un compañero
de trabajo muerto cuando llegué al puesto de trabajo a relevarlo, y todavía
resulta más dramático si te encuentras
solo como a mí me ocurrió. Te sientes
tan impotente e incapaz que no sabes si cargar con el muerto a hombros o
resucitarlo.
Para conseguir logros hay que
sacrificarse: Yo ya no pretendo ni grandes logros ni metas, y bastante esfuerzo
hago ya para seguir conservando el pellejo.
Si todo el año fuera invierno y
la temperatura máxima no excediera de los 13 grados centígrados, yo sería más feliz que un ganso comiendo
garbanzos.
Los movimientos sísmicos causan
desolación; mis movimientos rítmicos cuando la hernia discal me lo permite
suscitan admiración.
La iglesia representa al Espíritu
Santo mediante una paloma, cuando no tiene nada que ver mi Sagrado Espíritu con
un pichón.
Con mi camiseta del “Gran Torino” voy que
crujo ya que con esta preciosidad de prenda además de parecer más alto la giba
se me nota menos.
Por prescripción facultativa solo
me puedo duchar una vez cada veintinueve días. Esto es lo que trae tener en los
huesos reumatismo acuático.
Como no duermo más de cuatro
horas diarias, las veinte horas restantes me pregunto qué placer se sentirá
durmiendo ocho.
Dios se está haciendo viejo y si
quiere seguir moviendo los hilos debería contar con un asesor, ya que su “Mundo”
se le está yendo de las manos.
La medicina ha conseguido en las últimas décadas
alargarnos la vida, y lo ha logrado hasta tal extremo que ante una enfermedad
grave nos alarga el padecimiento.
A estas alturas del siglo XXI no
debería de extrañarnos de que quien posee poder sea un corrupto y se rodeé de
ladrones y mafiosos, cuando Jesús de Nazaret ya tuvo entre sus filas dos
rufianes de gran envergadura: Uno lo vendió por unas monedas de plata, y otro
lo negó tres veces.
Las rayas de las manos nos dicen
muchas cosas; una de ellas es detectar la roña.
Cuando me enfado suelo blasfemar,
pero creo que Dios me perdonará, ya que al fin y al cabo si lo hago es señal
inequívoca de que me acuerdo de él.
Tengo una mujer que no me la
merezco: Desde que me vio comerme medio kilo de albaricoques con los huesos me
pela la fruta.
Mi abuelo me contaba que durante
la Guerra Civil, un moro de aquellos tan majos que se trajo Franco del norte de
África para luchar contra los republicanos, le quiso quitar una cabra; los dos
forcejearon, y al final el moro desistió y no le pudo quitar la cabra. Decía mi
abuelo que más le valió, porque portaba en la faja una faca, que la hoja medía
más de treinta centímetros, y que si el jodido moro insiste en robarle la
cabra, le pega una puñalada, que del boquete que le abre en la barriga, le
tienen que meter los algodones con una pala. Moros que dicho sea de paso, los
golpistas fascistas, les dieron carta blanca para saquear, robar y violar a
mujeres republicanas. Y de estos angelitos vinieron alrededor de unos cien mil.