LA TRAGEDIA DE ANSELMO.

(Me ha costado más de un mes y medio hacer el borrador de este relato, pero como creo que el resultado ha sido satisfactorio, estoy más contento que el copón. Esto ha sido un trabajo meticuloso y de gran esfuerzo. De hecho hasta estoy un poco emocionado, ya que no me sentía tan satisfecho desde que enterraron a Franco).

Él sabía lo que le esperaba arriba, y a pesar de que ya no tenía cincuenta años, subió a pie los 77 escalones que lo separaban del patio hasta la habitación de Leandra. No sin trabajo lo consiguió, y cuando llegó al rellano, algo tembloroso debido al esfuerzo metió la llave en la cerradura y abrió la puerta. Leandra lo esperaba en la cama desnuda y a cuatro patas. Él cuando se percató de la situación comenzó a quitarse la gabardina, pero ni a ello le dio tiempo. Ya que del terrible sacrificio de las escaleras, sufrió un desprendimiento de retina, y una de las bolillas de los ojos, le cayó al suelo botando como una pelota de ping pong. Leandra ladeando un poco el culo y dirigiendo su vista hacia la bolilla que seguía dando botes exclamó: ¡Anselmo si con los dos ojos siempre has necesitado de un plano para dirigir tu mástil hacía mi almeja, con uno solo no es el momento más oportuno de que me calces.!....  Así que Anselmo se quedó sin mojar el churro: y con la cara descompuesta cogió la bolilla del ojo se la metió en el bolsillo, y cabizbajo se dirigió a la puerta; ya que todavía le quedaba el vía crucis  de bajar los 77 peldaños que lo separaban de la habitación de ella a la calle. Moraleja: Si para pegar un polvete tienes que subir tantas escaleras no lo hagas. Si a Anselmo le pasó esto; vete tú a saber lo que le pasa al siguiente.